Por: Walther Rodezno*
Es indudable que los movimientos
estudiantiles enérgicos y unidos comienzan a poner en cuestión el modelo
neoliberal dentro de los recintos académicos. En el caso de la UNAH, el 2013 un
vasto Movimiento Estudiantil Universitario (MEU), que representa a estudiantes,
profesores, académicos y otros actores sociales, exige definitivamente la
sustitución de la señora rectora Julieta Castellanos, criticando su modelo de gestión
académica y administrativa, caracterizado por ser elitista y autoritario, a
contraviento de las necesidades y exigencias de los estudiantes.
En la actualidad, el avance de este movimiento
social estudiantil no ha hecho menos; ha desarrollado una crítica profunda del
modelo de dominación e intervención dentro de la educación superior, cuya
matriz resulta de una política gubernamental ajustada a las demandas del neoliberalismo
global. El desenlace de este conflicto universitario local, sin duda,
constituirá un aporte importante para la comprensión de similares conflictos en
el continente.
En este contexto, es necesario implementar
metodologías de análisis y consulta que nos ayuden a entender la crisis, sus
causas y las alternativas de solución. A este propósito pueden contribuir la
Facultad de Humanidades y Artes a través de su Escuela de Filosofía,
promoviendo una convocatoria que incluya la asistencia de estudiantes de
educación secundaria y superior, académicos, docentes, representantes de
empresarios y trabajadores, y autoridades académicas y gubernamentales, con el
objeto de debatir en un coloquio
nacional lo arriba planteado, pensando todo esto en un marco nacional,
latinoamericano y, por qué no, internacional. Se esperaría que la Filosofía tiene
que hacer notar, por la naturaleza de sus instrumentos axiológicos, que la
educación superior pública en Honduras se halla en un estado de evidente obsolescencia.
El esclavo, decía Hegel con razón, lo es porque
no se sabe a sí mismo. Es difícil saberse a sí mismo en una sociedad que le
niega la cultura al pueblo; y esto es así cuando se privatizan y monopolizan
los servicios de la educación, tarea que durante siglos ha recaído en el
Estado.
La educación de nuestros hijos debe ser
una misión coherente de este gobierno y los venideros. Para cumplir con la
misma, sin duda hay que dejar a un lado las miríadas de exigencias
burocráticas, las revoluciones del mundo económico, y no digamos del teatro
político. Es imperativo categórico convertirse en artífices de la propia vida
de esta sociedad, anticiparse al futuro y ganarle la mano a los desafíos de
nuestro país.
Nos toca elegir las mejores posibilidades
con vistas a nuestra realización intelectual, cultural y tecnológica. Nuestra
UNAH sigue exigiendo ese autoexamen del que ya hablaba Sócrates, y que viene
escaseándose en el actual orden de cosas. Mario Bunge nos señala que “Un mundo
le es dado al hombre; su gloria no es soportar o despreciar este mundo, sino enriquecerlo
construyendo otros universos… La ciencia como actividad —como investigación— pertenece
a la vida social; en cuanto se la aplica al mejoramiento de nuestro medio
natural y artificial, a la invención y manufactura de bienes materiales y
culturales, la ciencia se convierte en tecnología. Sin embargo, la ciencia se
nos aparece como la más deslumbrante y asombrosa de las estrellas de la cultura
cuando la consideramos como un bien en sí mismo, esto es como una actividad
productora de nuevas ideas (investigación científica)”.
Es preciso analizar nuestra academia, para
conocer su fuente de conflicto, dinámica y aporte en la provisión de
conocimiento y solución de problemas. No cabe duda que se necesita analizar, saber
y definir cuál es el valor entusiasta de las manifestaciones estudiantiles, así
como las decisiones que se toman en esta lucha, saber por ejemplo cuáles son
las fuerzas reales que están en ofensiva y la defensiva, a quién se quiere
destruir y qué tan saludable es para nuestra sociedad seguir en esta política
de guerra.
Tegucigalpa, agosto de 2017
*Periodista y estudiante de la carrera de
Filosofía de la UNAH