Domingo 07 de mayo de 2017
LOS EVERGLADES DE FLORIDA (AP) — Florida paga 8,10
dólares la hora por cazar pitones de Birmania, una especie invasora en los
Everglades, pero Brian Hargrove dice que trabajaría gratis.
Él disfruta de tener acceso especial a humedales
propiedad del gobierno y revivir sus años de adolescente, cuando atrapar
serpientes le daba algo mejor que hacer que unirse a una pandilla de Miami. Es
el mejor trabajo posible para un hombre con una cobra tatuada sobre el corazón.
“Me siento como si hubiera ganado la lotería, y gano
el salario mínimo”, comentó Hargrove.
Sin embargo, debe matar a las pitones que encuentre.
“Lo último que quiero hacer es matar una serpiente”,
comentó. “Me encantan las serpientes. No es culpa suya”.
Hay una larga lista de motivos por los que las pitones
deben morir: todos los animales que se han comido. Se estima que el 90% de
muchos mamíferos nativos han terminado en los estómagos de las serpientes.
Estos animales locales nunca se habían enfrentado a un depredador tan voraz
hasta que las pitones traídas como mascotas escaparon o fueron liberadas en los
Everglades.
Hargrove, de Cutler Bay, es uno de los 25 cazadores
seleccionados para matar pitones hasta el 1 de junio por la Gestión de Aguas
del Distrito del Sur de Florida, la agencia que supervisa la restauración de la
zona.
Por ahora no se ha conseguido reducir de forma
significativa la población de estas enormes constrictoras con trampas, perros
que rastrean las serpientes, implantes que emiten señales de radio ni rachas de
frío ocasionales, así como dos campañas públicas de caza. La comisión de vida
silvestre de Florida anunció el lunes nuevos premios y planes de contratar a
más gente para impulsar la retirada de pitones de terrenos administrados por el
estado.
“Intentamos salvar al ciervo, el caimán, los conejos,
las víboras ratoneras, las serpientes de cascabel... todo está desapareciendo
despacio pero sin parar”, explicó Hargrove.
Cuando era un adolescente, nunca se lo pensó dos veces
antes de atrapar víboras ratoneras y culebras para llevarse a casa. Ahora, con
45 años, sólo les hace fotos. Las serpientes nativas se han vuelto escasas, y
más flacas porque tienen menos para comer.
“Hace treinta años, este sitio rebosaba vida”, comentó
Hargrove. “Ahora incluso un mapache es una experiencia impresionante”.
Aproximadamente a una milla del Parque Nacional
Everglades, Hargrove encontró excrementos que sabía eran de pitón. Eran del
tamaño de huevos de gallina, más grandes que los de las serpientes nativas de
Florida.
Caminando a través de hierbas que le llegaban a la
altura del hombre, Hargrove restó importancia al riesgo de que le mordiera una
serpiente venenosa escondida.
“En realidad estaría contento en cierto modo. Al menos
habría visto una”, comentó.
Las pitones, con sus colores pardos, son especialmente
buenas a la hora de esconderse. En los Everglades podría haber de 10.000 a
100.000 pitones, señaló el vocero de distrito Randy Smith, pero son difíciles
de encontrar a menos que crucen una carretera o un dique.
La prueba de su invasión es la aparente ausencia de
cualquier otra cosa.
Según el distrito, una pitón que alcanza casi 4 metros
(13 pies) suele comerse, en un margen de cinco a siete años, un mapache, una
zarigüeya, cuatro caimanes de metro y medio (cinco pies), diez ardillas, 15
conejos, 30 ratas algodoneras, 72 ratones y unas tres docenas de pájaros. Entre
esos pájaros hay aves zancudas amenazadas por la subida del nivel del mar y las
largas demoras en los proyectos de rehabilitación de los Everglades.
Las pitones más grandes consumen animales más grandes,
y el año pasado se encontraron restos de tres ciervos dentro de una pitón de
4,7 metros (15,6 pies).
El distrito también paga 50 dólares por serpiente y
una prima de 25 dólares por pie (30 centímetros) por los ejemplares de más de 4
pies. En lugar de cobrar las recompensas, Hargrove preferiría devolver los
animales a su Asia natal.
Un regreso de las pitones podría encantar a los
miembros de la tribu irula, en el sur de India, que visitaron este año Florida
para enseñar sus técnicas tradicionales de caza a investigadores y responsables
de medioambiente. Las serpientes son ahora poco comunes en su región, y los
visitantes nunca habían atrapado esa especie hasta llegar a los Everglades,
explicó el ecólogo de vida silvestre de la Universidad de Florida Frank
Mazzotti.
Las técnicas de caza depuradas durante generaciones
les ayudaron a atrapar 15 pitones en sus primeros 14 días. Encontraron túneles
de serpientes a través de la vegetación e incluso determinaron si perseguían a
una pitón hembra o macho, señaló Mazzotti.
“La herramienta más eficaz que tenemos ahora mismo es
la gente que sabe, y a la que le gusta, cazar serpientes”, afirmó.
Hargrove se encontró su primera pitón de Birmania hace
10 años, una noche en el parque nacional. Vio algo en la carretera demasiado
grande como para rodearlo, pero no se dio cuenta de que era una serpiente hasta
que sus neumáticos le pasaron por encima.
El mes pasado, una pitón reticulada se tragó a un
hombre entero en Indonesia, pero los ataques de pitones a humanos son tan raros
que la mayor preocupación de Hargrove durante su cacería era el chechén, un
árbol cuya savia causa sarpullidos.
Los cazadores contratados por el distrito habían
matado 50 pitones para el martes. Cuando Hargrove entregó su primera pieza el 6
de abril, no podía sonreír ante su trofeo: un macho de 2,4 metros (8 pies) y
casi 6 kilos (13 libras).
Temiendo el momento en el que tuviera que matar a una
pitón, había ido de caza con un amigo que pudiera hacerlo por él. Pero en ese
momento conducía él solo cerca de un canal cuando vio la cola de la serpiente
entre la hierba, así que le tocó a él pegarle un disparo en el cerebro con un
arma de balines.
“No obtengo ninguna alegría o satisfacción al
matarlo”, dijo. “Quizá esté salvando una espátula rosada, quizá un ibis
escarlata o un gato montés... no puedo recordar la última vez que vi uno”.