Miércoles 12
de abril de 2017
Exclusiva AP
PUERTO
PRÍNCIPE, Haití (AP) — Entre las ruinas de un paraíso tropical donde alguna vez
personalidades del jet set disfrutaron copas de ron bajo el sol caribeño,
muchos niños y niñas abandonados buscaban sobrevivir.
Los menores
mendigaban alimentos y buscaban comida entre desperdicios, pero nunca juntaban
lo suficiente para calmar su hambre hasta que un contingente de cascos azules
de la ONU se instaló a poca distancia.
Esos hombres
habían venido de tierras lejanas, hablaban una lengua extraña y ofrecían a los
niños haitianos galletas y otras golosinas.
En ocasiones
les daban algunos dólares, pero el precio era alto: los casos azules de Sri
Lanka querían tener sexo con niñas y niños que incluso tenían apenas 12 años.
"Ni
siquiera tenía senos aún", dijo una menor, conocida como V01, Víctima
Número 1. Ella dijo a investigadores de la ONU que en los siguientes tres años,
de los 12 a los 15 años, tuvo sexo con casi 50 cascos azules, entre ellos un
"comandante" que le dio 75 centavos.
Contó que a
veces dormía en camiones de la ONU, en la base próxima a lo que fue un centro
turístico, ahora en total deterioro. La maleza y otras plantas han invadido o
devorado los otrora glamorosos inmuebles del lugar.
La justicia
para las víctimas como V01, sin embargo, es inusual.
En una
investigación sobre las misiones de la ONU en los últimos 12 años, The
Associated Press encontró casi 2.000 denuncias contra cascos azules y otro
personal del organismo por abuso y explotación sexual, en lo que parece un
indicio de una crisis mucho mayor de lo que se conocía hasta ahora.
En más de
300 denuncias las víctimas eran menores, pero sólo una fracción de los
perpetradores fue a parar a prisión, encontró la AP.
Jurídicamente,
la ONU está limitada para actuar. No tiene jurisdicción sobre los cascos azules
y la sanción de los responsables corresponde a los países que aportan los
efectivos militares.
La AP
entrevistó a presuntas víctimas e investigadores, así como a funcionarios y
exfuncionarios de la ONU, y solicitó a gobiernos de 23 países información sobre
el número de sus cascos azules que enfrentaban ese tipo de denuncias y las
acciones emprendidas, si es que las hubo, para investigarlas.
Salvo raras
excepciones, pocos países atendieron las solicitudes de información reiteradas,
y en el caso de quienes fueron encontraron culpables sus nombres permanecen
bajo reserva, lo cual hace imposible determinar la rendición de cuentas.
Una solución
se vuelve inalcanzable por la falta de un acuerdo entre los Estados miembros de
la ONU para concretar una reforma amplia y una rendición de cuentas.
Aquí en
Haití, al menos 134 cascos azules de Sri Lanka estuvieron involucrados en una
red que utilizó sexualmente a nueve menores de 2004 a 2007, de acuerdo con un
informe interno de la ONU obtenido por la AP.
Después de
la difusión del documento, 114 cascos azules fueron enviados a su país y
ninguno terminó en la cárcel.
En marzo, el
secretario general de la ONU, Antonio Guterres, anunció nuevas medidas para
enfrentar el abuso y la explotación sexual por parte de cascos azules y demás
personal de la ONU.
"Digámoslo
con una sola voz: No toleraremos que nadie cometa o consienta la explotación ni
el abuso sexual. No permitiremos que nadie tape estos delitos con la bandera de
la ONU", expresó Guterres.
Sin embargo,
esa proclamación sonó penosamente familiar: Hace más de una década, Naciones
Unidas encargó un informe que prometía prácticamente lo mismo, pero la mayoría
de las reformas jamás se concretaron.
Dos años
después de aquellos compromisos, los soldados continuaron abusando de los
menores en Haití. Y en años posteriores, han pesado sobre los cascos azules
acusaciones similares en todo el mundo.