Los cantos de unos 5.000 niños acompañaron al papa Francisco hoy en su visita a Akamasoa, el barrio de la capital de Madagascar construido gracias al tesón del misionero argentino Pedro Opeka, quien hace 30 años rescató de un basurero a miles de menores y se propuso luchar para que tuvieran una vida digna.
Francisco pudo comprobar en primera persona la labor de este misionero: las casas de colores distribuidas por la colina, los ambulatorios y paritorios para atender a las mujeres que antes morían al dar a luz, las calles asfaltadas y 300 escuelas en las que se educa a 15.000 niños, pabellones deportivos, electricidad y agua potable. EFE