¿Cómo se construye
una nación del primer mundo?,
hay una especie de dogma, titulo o frase peyorativa que refiere desde hace
muchos años que somos un país tercermundista, bananero, corrupto, con
deprimentes índices de desarrollo humano, inversión, crecimiento económico,
desigualdad social, pobreza, últimos en todas las tablas evaluativas de
indicadores, que describen un país con inseguridad jurídica, inestable política
y socialmente, algo que repercute incluso en otras áreas como el deporte,
últimos en el medallero olímpico, en los mundiales de fútbol, en las artes, la
ciencia, etc.
Es una especie de discurso generalizado que
se lee en los diarios, en los estudios, se ve en la televisión, se escucha en
la radio y se replica por académicos, profesionales, políticos, líderes
religiosos, empresarios, entre otros; es un fenómeno de desmoralización. Los jóvenes
se expresan negativamente, escriben con odio en sus corazones, maestros que
tergiversan el pan del saber y pretenden inculcar menosprecio, antipatía,
resentimiento en sus alumnos hacia otros hondureños. Son liderazgos que fomenta
la división entre nosotros, algo inaceptable.
Ese discurso de crítica destructiva, sirve
de bandera levantada por unos a quienes les resulta ganancia y dinero predicar
el negativismo y la polarización entre la sociedad. De esa forma se financian
proyectos de Ong´s, partidos políticos, organizaciones sociales y en el
desorden de conceptos caen nuestros gobernantes por malos asesores, entregando
nuestra dignidad como nación a potencias extranjeras, al firmar pactos deshonrosos.
¿Entonces? ¡Apagamos las luces y
vámonos!
No! hay que mejorar. El primer juicio de reproche
debe ser propio, suprimiendo de nuestro vocabulario frases como las siguientes:
“..todo está mal”, “….falta esto...”, “estamos mal por aquello…”, para
construir una nación del primer mundo, necesitamos una mentalidad del primer
mundo y esa reflexión mental comienza sustituyendo esas expresiones por “..debemos
mejorar en esto...”, “vamos a construir acá..”, “hay que corregir..”,
“perfeccionemos…”, es cambiando los pensamientos desde nuestro interior, tomar
un respiro e ir hacia adelante, olvidar el pasado y construir cosas nuevas,
tener como máxima aspiración colectiva como hondureños el edificar una gran
nación, pero ésta solo se obtiene con hombres y mujeres de voluntad, esfuerzo,
carácter y tenacidad.
¿Dónde están esos hombres y mujeres?, el ejemplo de ellos está en el
campesino que labra la tierra bajo el sol imperante, el granjero que a las 3am
comienza a ordeñar la vaca, la madre que se levanta a las 5am para despachar a
sus hijos a la escuela y después se sacrifica en el trabajo, el guardia de
seguridad que turna 12 horas de pie cuidando un negocio, la enfermera que
combate el sueño para mantenerse de pie en la cama del enfermo, el padre de
familia que renuncia al alcohol y a la ligereza de pasiones por ser digno de su
hogar y llevar sustento a ella, el estudiante que hoy agacha la cabeza ante los
libros para el día de mañana no agacharla ante los hombres, el taxista que
conduce 10 horas, el pequeño comerciante que tira el agua en la mañana en la
puerta de entrada de su negocio pidiéndole a Dios que lleve clientela.
La maestra que sin ideologías políticas le
enseña a leer y escribir a los niños, la madre soltera que lavando ropa ajena
le infunde dignidad a su hija, la secretaria que hace un oficio guardando
celosamente la ortografía; todos estos esfuerzos y ejemplos son los que
construyen una gran Honduras, ellos son más que nosotros sin necesidad de tener
un título una maestría o un doctorado, no necesitan tener viajes, un carro del
año o una gran casa para demostrarnos que con su ejemplo, hacen grande a esta
nación, edifican una mejor Patria y bendicen a Honduras!
Revalidemos ese compromiso con Honduras,
que nuestra mentalidad se oriente a la sabiduría excelsa que se publicó en el
libro “Páginas del Ayer” en 1932 escritas por José Froylán de Jesús Turcios
Canales “La Oración del hondureño”:
¡Bendiga
Dios la prodiga tierra en que nací!
Fecunden
el sol y las lluvias sus campos labrantíos; florezcan sus industrias y todas
sus riquezas esplendan magnificas bajo su cielo de zafiro.
Mi
corazón y mi pensamiento, en una sola voluntad, exaltarán su nombre, en un
constante esfuerzo por su cultura.
Número
en acción en la conquista de sus altos valores, factor permanente de la paz y
del trabajo, me sumaré a sus energías; y en el hogar, en la sociedad o en los
negocios públicos, en cualquier aspecto de mi destino, siempre tendré presente
mi obligación ineludible de contribuir a la gloria de Honduras.
Huiré
del alcohol y del juego, y de todo cuanto pueda disminuir mi personalidad, para
merecer el honor de figurar entre sus hijos mejores.
Respetaré
sus símbolos eternos y la memoria de sus próceres, admirando a sus hombres
ilustres y a todos los que sobresalgan por enaltecerla.
Y
no olvidaré jamás que mi primer debe será, en todo tiempo, defender con valor
su soberanía, su integridad territorial, su dignidad de nación independiente;
prefiriendo morir mil veces antes que ver profanado su suelo, roto su escudo,
vencido su brillante pabellón.
¡Bendiga
Dios la prodiga tierra en que nací!
Libre
y civilizada, agrande su poder en los tiempos y brille su nombre en las amplias
conquistas de la justicia y del derecho.
¡Olvidemos el pasado y construyamos cosas
nuevas, hagamos una gran nación!
Hermes Faustino Ramírez Ávila
Doctor en Ciencias Penales
Catedrático
de Derecho
E-mail: hermes_fra82@outlook.com