Lunes 1 de
mayo de 2017
BRUNSWICK,
Maine (AP) -- Chaz Wing tenía 12 años cuando fue arrinconado en un baño de la
escuela. Los estudiantes que lo atormentaban también eran niños que rozaban la
edad del acné y los cambios de voz.
Finalmente,
según declaró bajo juramento, lo violaron y lo dejaron sangrando, la
culminación de un año de acosos. Aunque Chaz informó repetidamente a profesores
y administradores sobre los insultos y ataques físicos que recibía, no reportó
la agresión sexual hasta un año más tarde, iniciando una larga batalla legal
sobre si el centro había hecho suficiente para protegerlo.
La historia
de Chaz es más que un relato sobre la escalada del acoso escolar. En todo
Estados Unidos, miles de estudiantes han sido víctimas de agresiones sexuales
cometidas por compañeros en escuelas secundarias, preparatoria e incluso en
centros de primaria, un horror oculto que desde hace años se pide a los
educadores que no ignoren.
En base a
registros educativos estatales y datos federales sobre delitos, una
investigación de un año de The Associated Press descubrió unas 17.000 denuncias
de abusos sexuales cometidos por estudiantes en un periodo de cuatro años,
entre el otoño de 2011 y la primavera de 2015.
Esta cifra
es el registro más completo hasta la fecha de agresiones sexuales entre los 50
millones de estudiantes de primaria y secundaria del país, pero no refleja la
magnitud real del problema: en su mayoría estas agresiones no son denunciadas,
algunos estados no las rastrean y los que lo hacen difieren ampliamente en cómo
clasifican y catalogan la violencia sexual.
Y con la
reputación y la financiación de los centros educativos en juego, hay una enorme
presión para ocultar este tipo de violencia. Incluso bajo las distintas leyes
estatales, reconocer un incidente de este tipo puede provocar responsabilidades
y el requerimiento de tomar medidas.
"Ningún
director quiere que su escuela sea la escuela de la violación", señaló el
Dr. Bill Howe, un exprofesor que pasó 17 años supervisando el cumplimiento en
Connecticut de la ley federal que ayuda a proteger a los estudiantes víctimas
de abusos sexuales en los colegios. "El director valiente es el que hace
lo correcto".
Las
agresiones detectadas por la AP van desde violación y sodomía a sexo oral
forzado o tocamientos. Los asaltos ocurrieron en cualquier lugar donde los
estudiantes no tenían supervisión: autobuses y baños, pasillos y vestuarios.
Ningún tipo de escuela es inmune, tanto si está en un adinerado suburbio, en un
centro urbano o en una localidad agrícola. Y hay víctimas de todo tipo.
Los menores
siguen siendo más vulnerables a abusos sexuales entre iguales en la privacidad
del hogar, según el análisis de los datos de delitos federales realizado por
AP. Pero la escuela es el segundo lugar donde se producen más violaciones entre
niños.
Alrededor
del 5% de los ataques reportados afectaron a niños de 5 y 6 años. Los
incidentes despuntaron entre los 10 y 11 años - normalmente al inicio de la
formación media - y siguieron aumentado hasta los 14 años, cuando comenzaron a
caer por el paso a la secundaria.
Los
tocamientos no deseados son la forma más común de agresión, y casi uno de cada
cinco menores agredidos fue penetrado de algún modo.
Los datos
mostraron también que los abusos entre compañeros fueron más habituales que los
cometidos por profesores, que reciben mucha más atención pública. Por cada
contacto entre maestro y alumno que se reporta, hay siete entre niños.
"Las
escuelas deben mantener a los estudiantes a salvo", dijo Charol
Shakeshaft, profesora de la Virginia Commonwealth University especializada en
conducta sexual en centros educativos. "Esta es parte de su misión, es
parte de su responsabilidad legal y no está sucediendo. ¿Por qué no sabemos más
sobre ello y por qué no se está frenando?"
Treinta y
dos estados y el Distrito de Columbia llevan la cuenta de las agresiones
sexuales cometidas por estudiantes, según halló la AP, aunque solo unos pocos
casos derivaron en castigos para los alumnos. Algunos de los distritos
escolares más grandes del país dijeron no haber registrado ningún acto de este
tipo en años, aunque la investigación encontró casos en registros judiciales o
en informaciones publicadas en medios locales.
Los estados varían
mucho en si se necesita formación específica para frenar o abordar las
agresiones entre alumnos; solo 18 dijeron a la AP que la pedían.
"Todo
el mundo siente que no tenemos un problema, y la razón por la que piensan eso
es porque no conocen la realidad", dijo el psicólogo de Oregon Wilson
Kenney, que ha desarrollado programas de intervención estudiantil.
La pesquisa
de AP encontró que las escuelas solían presentar los ataques sexuales como
bullying, acoso o como un comportamiento consensuado, y recurrieron a las leyes
de privacidad para no mostrar información básica a sus comunidades.
En múltiples
casos, los distritos fallaron en sus investigaciones, no supervisaron a
estudiantes que sabían que tienen problemas o negaron información a padres o a
las autoridades sobre una agresión.
La fiscalía
puede mostrarse reacia a acusar a menores, y las familias enfrentan elevados
umbrales legales para denunciar con éxito a los distritos escolares por no
mantener un ambiente de aprendizaje seguro.
En Maine,
Chaz Wing y su familia batallaron contra el distrito escolar de Brunswick
durante cuatro años, primero ante la comisión estatal de derechos humanos y
después en una corte federal.
Desde casi
su primer día en sexto grado en 2010, los niños acosaron a Chaz por su peso y
lo etiquetaron como "gay", según su declaración y otros registros
gubernamentales y escolares revisados por AP. Las quejas a los profesores y
responsables de la escuela secundaria y preparatoria de Brunswick no frenaron
los abusos, agregó.
El acoso escolar
derivó en tres violaciones en el cuarto de baño en séptimo grado (segundo se
secundaria en muchos países latinoamericanos), según la declaración jurada de
Chaz y otras efectuadas ante la policía, médicos, un especialista en abuso
infantil y un investigador estatal. Por temor a las amenazas de sus acosadores,
explicó, mantuvo silencio sobre la violencia sexual que sufrió, lo que lo llevó
a entrar en una depresión y a negarse a asistir a la escuela.
En octubre
de 2012, después de que su madre lo encontró hecho un ovillo en su cama,
confesó entre lágrimas: ?Me hicieron daño".
Las
acusaciones de agresión sexual pueden ser difíciles de investigar. Como muchas
de las víctimas guardan silencio en un primer momento, las pruebas físicas
pueden perderse. A menudo no suele haber testigos, lo que reduce el caso a las
declaraciones enfrentadas de acusador y acusado.
Los
responsables la escuela de Brunswick dijeron que revisaron las denuncias de
acoso de Chaz e investigaron de inmediato la denuncia de abuso sexual una vez
la madre se contactó con el centro.
El director
del colegio, que no tenía experiencia en investigar este tipo de casos, declaró
que halló las negativas de los menores señalados como supuestos agresores
"muy creíbles?. Tras hablar con su personal y revisar los lugares donde
habrían ocurrido los ataques, concluyó que las quejas de Chaz eran ?muy poco
probables?.
La policía
investigó los hechos pero no presentó cargos a pesar de que la evaluación de
abuso infantil determinó que las declaraciones de Chaz eran "claras,
consistentes y proporcionaron detalles idiosincrásicos y sensoriales". El
examinador halló además "fuertes evidencias? de que Chaz había sido
agredido sexualmente.
En 2014, la
Comisión de Derechos Humanos de Maine determinó que el distrito no había visto
"la imagen completa" del acoso y permitió "la persistencia de un
ambiente educativo hostil".
La comisión
no se pronunció sobre las acusaciones de abuso sexual, señalando que el acoso
verbal y físico fueron lo suficientemente "generalizados" como para
conceder a los Wing el derecho a demandar. Su investigador agregó que el
tratamiento que seguía Chaz contra la depresión y una cicatriz que, según el
menor, fue resultado de la primera violación, ?tienden a respaldar sus
acusaciones?.
Las partes llegaron
a un acuerdo el año pasado: Brunswick haría mejoras de seguridad y Chaz
recibiría 50.000 dólares, aunque no la disculpa que quería.
Responsables
de Brunswick rechazaron las peticiones de entrevista de AP, como los padres de
algunos de los alumnos acusados, excepto para decir que sus hijos son
inocentes.
En un correo
electrónico, la procuradora de distrito Melissa Hewey dijo a AP que "hay -
y debería haber - siempre una inclinación a creer las acusaciones de abuso
sexual desde el principio. Pero a veces las pruebas obligan a concluir que esas
acusaciones son falsas?.
"Los
niños pequeños que fueron acusados son las verdaderas víctimas en este caso?,
agregó.
La AP no
acostumbra a identificar a las víctimas de agresiones sexuales por su nombre.
Pero Chaz, que cumplirá 18 años en unas semanas, y sus padres decidieron hablar
públicamente con la esperanza de ayudar a otros en su situación.
"No
quiero que esto le pase a otros niños?, señaló su madre, Amy Wing.