Sábado 13 de mayo de 2015
Un uruguayo tomó la
llamativa decisión de enterrar su camión. Alcides Ravel, de 83 años, compró el
vehículo en 1969 y trabajó arriba de él numerosos años. El extremo afecto que
le tiene no le permitió desguazarlo o donarlo. "Gracias a él logré comprar
mi campo y criar a mis hijos", afirmó el hombre al diario El País de Uruguay.
En ese entonces, el
camión le costó a Ravel casi 4 millones de pesos uruguayos. Hace unos días
decidió que había llegado el momento de desprenderse del vehículo que lo había
acompañado la mayor parte de su vida. El vehículo había dejado de funcionar
hace unos años por una falla en el motor y permanecía guardado en un galpón.
El campo que se compró
con sus años de trabajo arriba del camión fue el lugar ideal para enterrarlo.
"Fue una cosa sencilla", dijo Ravel, oriundo de Barker, en Nueva
Helvecia. Su esposa prefirió no estar presente durante el "sepelio".
La mujer se opuso al entierro por el valor sentimental que también le tenía.
Durante dos días y con la
ayuda de tres hombres y una retroexcavadora el Ford verde de más de 1,50 de
alto quedó depositado en la fosa. Alcides creyó que era una buena idea colocar
una lápida: el guardabarros de otro camión, en el que inscribió la fecha del
entierro.
El camión y su trabajo le
permitieron a Ravel recorrer todo Uruguay. "Fue una parte muy importante
de mi vida", le contó a El País. "Ser camionero no tiene horario: en
aquel tiempo cargábamos en Melo e íbamos hasta Montevideo, que eran unos 400
kilómetros, pero como en esa época el camino era de balastro, ¿sabés cuánto
demorábamos? Cerca de 12 horas. Hiciéramos lo que hiciéramos antes de esas
horas no podíamos llegar", recordó Alcides.
Pese a que ya no maneja
porque no tiene registro, Alcides dice que todavía no está jubilado. Sigue
trabajando en su campo en Nueva Helvecia con el ganado y a varios metros el
camión que le dio todo.