Martes 11 de
abril de 2017
Paula
Ericsson
México, 11
abr (EFE).- Carolina tiene 37 años, ojos cafés, mirada dulce y una tenacidad
que le permitió poner a salvo a su familia en México tras escapar de las garras
de Barrio 18, una poderosa pandilla que opera en Centroamérica.
La familia
de Carolina huyó de su natal Tegucigalpa, la capital hondureña, porque los
miembros de Barrio 18 la extorsionaban desde hacía un año reclamándole un
cantidad cada vez más elevada de dinero semanalmente para "vigilar su
comercio".
"Empezaron
pidiéndome 500 lempiras semanales (21,31 dólares), después fueron 1.000 (42,62
dólares). Además de eso teníamos un restaurante-bar y ellos llegaban a
consumir, llevaban amigos y teníamos que darles (de comer y beber)",
lamenta Carolina en una entrevista con Efe.
Ella y su
marido trasladaron su negocio, pero a los tres meses los encontraron. "Nos
sentenciaron, nos dijeron que si nos volvíamos a mover nos iban a matar a mi
esposo, a mí y a un hermano mío, y que a nuestros hijos los iban a agarrar para
pagar una deuda que nunca tuvimos con ellos", relata.
Carolina
escapó de esa sentencia de muerte con su hija de 10 años, su hijo de 13, su
otra hija de 16 que emigró embarazada junto a su yerno de 17, su hermano de 36
años y su esposo de 45, pero dejó en la capital hondureña a su hija de 19 años
porque tenía un hijo de un año y era muy peligroso viajar con él.
"Ya no
aguantábamos, no podíamos seguir. Uno de ellos andaba acosando a mi hija que
estaba embarazada; le decía que se la iba a robar y después vería que hacía con
el hijo. Eso nos alarmó demasiado y tuvimos que salir", relató con voz
tenue y firme a la vez.
Explica que
no podían irse a otra parte de Honduras porque no conocían a nadie fuera de
Tegucigalpa y no era fácil encontrar trabajo, por lo que decidieron ir hacia el
norte, a México.
Al principio
no sabían qué hacer, cuenta, porque casi no tenían dinero debido a la deuda que
les había generado la extorsión, y al buscar la ayuda de un traficante de
personas este les quería cobrar 7.000 dólares por persona, cantidad que no
podían pagar.
Fue entonces
cuando Carolina empezó a informarse y contactó con la ONG Scalabrinianas:
Misión con Migrantes y Refugiados (SMR), que desde Tegucigalpa le facilitó los
datos necesarios para emigrar de la forma más segura hacia México, un viaje que
emprendieron el 22 de diciembre pasado.
Pasaron la
primera noche en un albergue de Guatemala, llegaron a México por Ciudad
Hidalgo, estado de Chiapas, y entraron a la capital del país el 24 de diciembre
sin subirse al lomo de La Bestia, tren que va del sur hasta la frontera con
EE.UU. y en cuyo trayecto se producen incontables muertes, secuestros y
violaciones de migrantes al año.
Carolina
recuerda que, frente a los 49.000 dólares que les pedía el traficante, ellos
gastaron menos de 21.000 lempiras (898,17 dólares) hasta Tapachula, Chiapas, y
unos 7.000 pesos (374,76 dólares) para llegar hasta Ciudad de México.
Tras llegar
a la capital luego de viajes en autobús y caminatas agotadoras, pidieron
refugio en México el 26 de diciembre, ya que aunque su primera idea era ir a
Estados Unidos, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en enero frenó temporalmente
su viaje al norte.
Carolina
cuenta que con los sueldos de México no puede mantener a toda su familia, pero
tampoco se pueden ir sin resolver antes su solicitud de refugio, trámite que
tarda de 45 días a tres meses, porque de hacerlo podrían ser detenidos y
devueltos a Honduras.
Refiere que
cuando inició el proceso de refugio le aseguraron que, una vez resuelto el
trámite, podría traer a su otra hija a través de la reunificación familiar.
Ahora que su
hija recibe amenazas cada vez más graves, las autoridades mexicanas le dijeron
que al tener su hija más de 18 años (mayoría de edad en México, mientras que en
Honduras es de 21), no puede traerla sino que ella debería entrar ilegalmente
también y empezar otro proceso de refugio.