Viernes 31
de marzo de 2017
Sucede hasta
en las mejores familias… y playas soleadas. Las aguas de algunas afamadas y muy
concurridas playas del área de Miami, en especial un tramo de South Beach,
tienen ahora un componente tan cuantioso y especial que las autoridades
han tenido que emitir una alerta pública.
Las aguas en
la ribera más al sur de Miami Beach contienen, de acuerdo al periódico Miami Herald, cantidades ingentes de la bacteria enterococo,
que proviene principalmente de la materia fecal y puede infectar y causar
severas enfermedades a las personas que entran en contacto con ella.
Nadar en esa
suerte de caldo bacteriano en South Beach es de alto riesgo.
Los niveles
de enterococo en South Beach exceden los estándares de seguridad federales y
estatales para aguas donde se realizan actividades recreativas, y aunque las
autoridades sanitarias no han señalado una sola fuente de esa contaminación
(han mencionado desde escurrimiento de aguas de drenaje de lluvia hasta
desechos de animales salvajes y mascotas y aguas con residuos fecales humanos)
el panorama es en todo caso problemático.
Esto porque,
como se comentó en septiembre de 2016, cuando una alerta por contaminación
similar se emitió en el área de Miami para ciertas áreas de las playas en South
Beach y Key Biscayne, no es que un nadador de repente mire junto a sí un
repugnante trozo fecal flotante, sino que aunque las aguas luzcan cristalinas
las bacterias nocivas en altas concentraciones están allí.
En mayo de
2016, como se relató en The Huffington Post, el alcalde de Miami Beach dijo en
Facebook que era “una gran y gorda mentira” que las aguas allí
contuvieran excremento humano, pero unos meses después debió ser emitida una
alerta por contaminación fecal, que incluso llegó a poner en riesgo, por
ejemplo, la salud de cientos de competidores de un renombrado triatlón.
Y ahora se
repite el problema.
El año
pasado, como relató el Herald, científicos de la Universidad de Miami comenzaron a
rastrear el flujo de parte de la contaminación en las aguas en zonas como la
desembocadura del río Miami, la Biscayne Bay y Miami Beach. Para ello
recurrieron a tecnología que se usó en el análisis de derrames de petróleo
y detectaron con una red de sensores diversas corrientes en la zona que
mueven, dispersan y también diluyen materias contaminantes.
Como
consuelo, al menos en el reporte de las ‘Playas más contaminadas de Estados
Unidos’ que The Active
Times publicó en 2016, ninguna playa de Florida está entre las
10 peores y la única que aparece en ese listado (en el lugar #12) es Keaton
Beach, en la costa del Golfo al norte del estado.
El asunto
ahora no es solo abstenerse de bañarse en esas aguas costeras para no exponerse
a bacterias y residuos sino, sobre todo, cómo prevenir y reducir la
contaminación en sí. Según un reporte del Consejo de
Defensa de los Recursos Naturales, 3.5 millones de personas se
enferman al año en el país por contacto con aguas de drenaje e indica que
contra ello se necesita reducir la cantidad de vertidos que llegan a ríos y
playas y crear ‘infraestructuras verdes’ que permitan, por ejemplo, que las
aguas de lluvia se absorban en el suelo en vez de fluir, contaminándose en su
camino, hasta ríos, lagos y mares.
Por lo
pronto, y aunque ya llegó la primavera, lo que queda es resistir la tentación
de nadar en esas playas de Miami, y otras con polución elevada, para no
llevarse una desagradable y potencialmente peligrosa sorpresa.