Lunes 06 de julio de 2015 – 01:40 PM
El papa Francisco reunió el lunes en Guayaquil a
unos 650.000 fieles bajo un sol abrasador y reclamó más ayuda y servicios
sociales para la familia aquejada de problemas, en la primera misa campal de su
gira por Sudamérica.
Una multitud exhausta por temperaturas de hasta 32ºC
y largas vigilias escuchó la liturgia de casi dos horas en el parque Los
Samanes.
De regreso a la Sudamérica de los
"frágiles" y "vulnerables", Francisco dedicó la homilía a
la familia, uno de los grandes retos de su pontificado, ante los males que la
asola como las "enfermedades" y la "falta de amor" y de
trabajo.
"La familia constituye la 'gran riqueza
social', que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y
potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la
sociedad presta a los ciudadanos", dijo.
"En efecto, estos no son una forma de limosna,
sino una verdadera deuda social respecto a la institución familiar, que tanto
aporta al bien común de todos", dijo.
El mensaje de Francisco caló hondo entre los
asistentes, que aguantaron el calor extremo gracias a los chorros de agua que
arrojaron los bomberos. No obstante, algunas personas perdieron el conocimiento
y debieron ser auxiliadas.
Olimpia Herrera, una maestra de 62 años, se declaró
convencida de las palabras del pontífice.
Ese testimonio lo "estábamos necesitando porque
hay muchos hogares que están desintegrados", dijo a la AFP.
La crisis de la familia será uno de los temas que se
debatirá en octubre en el Vaticano durante el sínodo de obispos en el que se
fijarán los criterios con los que la Iglesia del siglo XXI encarará los cambios
de las sociedades modernas, como la familia monoparental, el matrimonio entre
homosexuales y el acceso a la comunión para los divorciados que se vuelven a
casar.
"El vino es signo de alegría, de amor, de
abundancia. Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus
casas hace rato que ya no hay. Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la
fiesta de sus familias, arrinconados", clamó el papa.
Aun así Francisco se mostró muy optimista por el
futuro de la familia: "El mejor vino está por venir en aquellos que hoy
ven derrumbarse todo".
- "No les voy a cobrar nada" -
La primera misa a cielo abierto que ofició el papa
en su gira de ocho días por Ecuador, Bolivia y Paraguay contó con menor
asistencia de la proyectada por los organizadores locales, que aguardaban hasta
1,5 millones de fieles.
Unas 650.000 personas habían ingresado a Los Samanes
antes de que Francisco comenzara la liturgia, según estimó el ministro del
Interior, José Serrano, en su cuenta de Twitter.
El martes el papa oficiará una segunda misa campal
en Quito, en el parque Bicentenario, donde se espera a un millón de personas.
Francisco inició desde temprano su agenda en
Guayaquil con un recorrido en auto hasta el santuario del Señor de la Divina
Misericordia durante el cual volvió a recibir muestras de afecto de personas
que se agolparon a los dos lados de la vía.
Ya en la capilla se reunió con un grupo de invitados
a quienes sorprendió con un pedido: "Les doy la bendición. No, no les voy
a cobrar nada, pero les pido por favor que recen por mí. ¿Me lo
prometen?", dijo el sumo pontífice desatando risas entre los asistentes.
En la tarde Francisco se dirigirá al colegio Javier
de los jesuitas donde almorzará con otros religiosos y descansará un poco antes
de regresar a Quito para una reunión con el presidente Rafael Correa y una
visita a la catedral metropolitana, en el corazón histórico de la capital.
En ese centro educativo lo espera el nonagenario
sacerdote Francisco Cortés, conocido como padre Paquito, a quien el papa le
hizo saber, por terceros, que quería verlo después de su último encuentro hace
30 años en Buenos Aires.
"Para mí es un acto de humildad de ese hombre,
acordarse de una persona (...) sin ningún mérito y nada especial. Ha insistido
en que quiere verme", dijo Cortés en una reciente entrevista a la AFP.
En su primer día en Ecuador, Francisco ya dio
muestras de la sencillez y calidez que lo han hecho famoso en el mundo: dejó
que le tomarán 'selfies' en el aeropuerto de Quito, permitió que un periodista
le besara la mano y salió sorpresivamente a bendecir a los fieles que lo
aclamaban de noche en las afueras de la Nunciatura Apostólica, donde se aloja,
no sin antes pedirles que dejaran dormir a los vecinos.