Viernes 12 de junio de 2015 – 03:20 PM
José, chofer de autobús en Tegucigalpa, tiene
cicatrices en el cuello, la mandíbula y los brazos, un recuerdo imborrable del
día en que, convertido en una antorcha humana, saltó por la ventanilla del
vehículo para salvar su vida del ataque de unos pandilleros.
Este hombre de 46 años ignoraba que tenía que pagar
el "impuesto de guerra", una suerte de "peaje" que las
pandillas exigen a conductores, pequeños comerciantes y ciudadanos en general
que se aventuran en sus vigilados territorios.
"Bajaron a los pasajeros, cerraron la puerta
del bus, quebraron la manecilla (mecanismo de apertura) para asegurarse de que
no pudiera salir y tiraron un fósforo encendido por una ventana", contó
este hombre menudo, vestido con una camisa deportiva anaranjada y una desteñida
gorra de los Mets de Nueva York, que luego debió permanecer dos meses
hospitalizado.
Su caso no es aislado en un país dividido
territorialmente entre pandillas que, además de extorsionar a comerciantes y
conductores por el derecho a circular, manejan otros negocios como
narcotráfico, asesinatos a sueldo, asaltos y robos de vehículos.
Ahora tiene suerte de poder contarlo. Hace un año,
José transitaba por el bulevar Fuerzas Armadas, al oeste de la capital, cuando
cuatro jóvenes subieron al autobús, apuntaron a los 36 pasajeros con armas de
fuego y anunciaron a gritos que aquéllo era un asalto.
"Poco después llegó una camioneta, los
asaltantes subieron a ella y huyeron creyendo que ya me había quemado todo,
pero aún estaba vivo y alcancé a tirarme por una ventanilla", contó a la
AFP. "Salté como candil, como antorcha, y rodé para apagarme las
llamas".
Otros no han sobrevivido. Hace sólo dos semanas, el
taxista Noé Martínez, de 19 años, murió calcinado dentro de su vehículo en el
oriente del país.
Solamente en 2015, han muerto 50 personas -de ellas
17 conductores- y 25 resultaron heridas en ataques contra unidades del
transporte público, según el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos
(Conadeh).
- Nuevas modalidades -
Los métodos de soborno de las pandillas han
introducido recientemente una modalidad: según cuenta José y corrobora otro
trabajador, ahora los pandilleros abordan a los despachadores (inspectores) de
las estaciones de salida de los buses y les entregan un celular. "Ahí te
van a llamar", les advierten.
Cuando el despachador contesta el teléfono, le
ordenan recoger 600.000 lempiras (unos 30.000 dólares) entre todos los choferes
de la empresa en menos de seis horas. De lo contrario empezarán a matar
conductores.
"A mí me han pedido hasta 200.000 lempiras
(10.000 dólares) para pagar al otro día y si uno se opone, lo matan",
afirmó un despachador de 44 años que se identificó como Javier, pero pidió no
revelar detalles que pudieran identificarlo.
"Ellos tienen gente diferente para cobrar, para
intimidar y los 'gatilleros', que son los que se encargan de las
ejecuciones", explicó.
Según el despachador, la 18 y la MS acostumbran a
cobrar de 25 a 30 dólares por semana a cada uno de los transportistas.
- Degradación del tejido social -
El fenómeno tiene lugar tanto en la capital como en
otras ciudades hondureñas. Para protegerse, las grandes empresas hacen viajes
sin escalas, después de rigurosos registros de los viajeros. Un recurso que,
lógicamente, no puede permitirse un autobús de transporte urbano.
En el transporte público "uno anda con miedo
porque no hay quien no haya sido asaltado", se lamenta una vendedora de
verduras de 47 años que se identificó como Juanita y tiene su negocio cerca de
la Universidad Nacional.
"Yo una vez me hice la dormida cuando entraron
dos asaltantes al bus y ni así me pude escapar (...) Toda la gente entregó las
cosas por miedo porque uno andaba una pistola y el otro un cuchillo",
agregó la mujer que vive en la violenta colonia Suyapa.
Las pandillas 18 y Mara Salvatrucha (MS-13), de
origen salvadoreño, son las más antiguas y también las más numerosas, aunque
últimamente les han surgido competidores: Los Chirizos, El Combo que no se
deja, o Los Benjamines.
Las autoridades les atribuyen buena parte de las
muertes violentas del país. De acuerdo al Observatorio de la Violencia de la
Universidad Nacional, Honduras registró en 2014 la tasa de homicidios más alta
del mundo: 68 por cada 100.000 habitantes, 11 menos que en 2013.
Según los expertos, una de los principales factores
del problema está en la "normalización" de este fenómeno.
El director del no gubernamental Centro de
Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (Ciprodeh), Wilfredo Méndez,
comentó a la AFP que en Honduras "hay un proceso de degradación del tejido
social por la impunidad y la violencia" y porque muchos hondureños
"ven el delito como un acto lucrativo que ya se está viendo como
normal".
- Impunidad -
La subcomisionada de Derechos Humanos, Linda Rivera,
lamentó que "en la violencia que Honduras está viviendo se ven cosas
increíbles" con las pandillas extorsionando con impunidad.
El jefe de policía, comisionado Héctor Iván Mejía,
reconoció a la AFP que las autoridades investigan denuncias de que los extorsionadores
despojan de sus vehículos a los propietarios de buses y taxis.
No obstante, la población no se siente muy protegida
por los uniformados. La policía captura a los pandilleros "pero en la
tarde andan de nuevo, porque los sueltan", se quejó Juanita.
Autoridades y transportistas elaboraron un proyecto
de ley que fue remitido al Congreso Nacional, que permitirá instalar cámaras y
botones de alerta conectados a unidades de despliegue rápido de la Policía.
El comandante de la Fuerza de Seguridad Interior
Nacional (Fusina), coronel Gustavo Paz, admitió que "no es posible"
desplegar militares y policías en todos los vehículos, pero confían en que con
esta ley habrá una pronta solución al problema del terror en los buses.