Miércoles 13 de mayo de 2015 – 08:10 PM
Por: Alexandra Hidalgo
Al escribir este artículo pienso en las madres que
han sido modelo a seguir en mi vida; pienso en mi madre, una de las mujeres más
trabajadoras, creativas y abnegadas que he conocido; en mi tía Gladys Fajardo,
quien fue por muchos años directora del Instituto José Trinidad Reyes y era
madre y consejera para muchos alumnos, ella cuidó de nosotros mientras mis
padres estaban en viajes diplomáticos.
Pienso además en mi hermana Maritza q.e.p.d., quien
fue una segunda madre para mí; en mi hermana Karla Hidalgo, mi mejor amiga y
otra excelente madre; en mis abuelas q.e.p.d., que han dejado un legado de
bondad; en mi tía Miriam Hidalgo de Rosenthal, persona muy altruista que nos
fomentó la unión familiar.
Tengo muchísimos recuerdos de todas estas mujeres,
de todas estas madres que han estado en mi vida; recuerdo que mi abuela nos
acompañaba al cine cuando íbamos mis primos Carlos y César, mi hermano y yo;
recuerdo las atenciones de mi tía Miriam y de mi hermana Maritza cuando
volvíamos del cine, y el cafecito de mi abuelita Lola.
Recuerdo que todas las mañanas mi madre nos
despertaba a las 5:30 am, aunque ella se levantaba una hora antes para
prepararnos el desayuno, usualmente nos hacía panqueques o huevitos con
frijoles; ¡ella es la mejor cocinera del mundo! Mi madre tomó su rol muy en
serio, nos enseñó honor, unidad, honestidad, trabajo, transparencia… Y todas
esas vivencias y lecciones se las enseñé yo a mi hija…
Yo emigré de Honduras para radicar en EEUU y viví
ahí por más de 20 años; allá tuve a mi hija, ahí la crie. Yo le enseñé el
cariño de familia, la hermandad entre primos, el honor, la disciplina, el
respeto, la importancia de compartir; en fin, traté de inculcarle todo lo que
en Honduras había aprendido. Yo estaba lejos de mi país y tenía a mi hija
conmigo, pero no a mi familia, así que día a día yo construía mi Honduras en
casa, con huevitos, frijoles, tortillas, música y baile. Todas las noches
compartía con mi hija, le leía cuentos en español, cantábamos o jugábamos
escondite; mi hija vive en el país del norte pero lleva nuestra cultura en las
venas, ya ha comenzado sus estudios superiores y sé que tarde o temprano
abogará por nuestro país.
Yo tuve que regresar a Honduras para aportar mi
granito de arena en el desarrollo de nuestra nación y al hacerlo tuve que dejar
a mi hija. Como madre migrante yo entiendo los sacrificios que conlleva la
crianza de un hijo y lo que es batallar en un lugar extraño, lejos de la
familia; también entiendo las consecuencias de tenerlos lejos; entiendo la
nostalgia, la tristeza, la depresión, la lucha interna que se libra entre tener
lejos a nuestros hijos y la esperanza de brindarles un futuro mejor.
Si usted es madre migrante y está separada de sus
hijos, quiero darle un mensaje de ánimo. Sé que muchas veces se siente mal porque
el tiempo pasa y aún no ha podido reunirse con ellos; pero quiero que sepa que
su sacrificio será recompensado y valorado.
Las madres migrantes podremos estar lejos de
nuestros hijos pero eso no quiere decir que no tengamos influencia sobre ellos,
al contrario, todo contacto con nuestros hijos cuenta. Madre hondureña
migrante, utilice todas las herramientas que tiene para salir adelante, reúna
todos sus recuerdos y compártalos con sus hijos, incúlqueles valores, construya
en ellos la Honduras que todos soñamos, no permita que la distancia los separe
emocionalmente, no permita que se rompa el lazo familiar y cultural.
Reciba de mi parte un cordial saludo y sepa que sus
esfuerzos son altamente apreciados. ¡Feliz día de la madre! Feliz día a todas
las madres de Honduras, en especial a aquellas que por cualquier motivo se
encuentran entre la lejanía y la esperanza.
Empresaria, activista social