Domingo 12 de abril de 2015 – 02:10 PM
Más de 580.000 brasileños indignados por el
megaescándalo de corrupción en Petrobras marcharon nuevamente el domingo en Sao
Paulo, Brasilia y decenas de otras ciudades contra el gobierno de Dilma
Rousseff, pero fueron menos numerosos que el mes pasado.
Al menos 585.000 personas manifestaron en más de
cien ciudades del país, según la policía, mientras los organizadores calcularon
unos 582.000 manifestantes, pero sin contar aún la protesta en Sao Paulo que al
parecer fue la mayor del país, informó el portal de noticias G1 de Globo.
En Sao Paulo, donde tuvo lugar la mayor protesta del
15 de marzo, habían este domingo unas 275.000 personas a las 16h00, dijo la
policía. Los organizadores no han dado estimaciones oficiales, pero hablan
informalmente de entre 600.000 y un 1,2 millones de manifestantes.
El mes pasado, en todo el país, la policía calculó
más de 1,7 millones de manifestantes (de los cuales un millón en Sao Paulo),
una cifra bastante superior a la de este domingo.
"Queremos abrir un lugar a la indignación del
pueblo brasileño (...) Nuestro foco es que Dilma salga del poder con un proceso
dentro de la ley. Puede ser su renuncia o un impeachment (juicio político),
pero que salga. Fue elegida en octubre, sí, pero ahora el pueblo quiere su
salida", dijo a la AFP Janaina Lima, portavoz del movimiento Vem Pra Rua
(Ven a la calle), de 30 años, desde lo alto de un camión de sonido que avanzaba
por una repleta avenida Paulista.
Lucimar Penteado, una psicóloga de 57 años, explicó
que protesta "contra la corrupción, contra el caso de Petrobras. Yo no
voté por ella, tampoco quiero que sea destituida, pero sí hago una oposición
para que el gobierno mejore o para que construyamos alternativas", dijo.
En Brasilia marcharon unas 25.000 manifestantes en
clima festivo y familiar, entre skaters y vendedores ambulantes con carros de
comida humeante. La multitud es prácticamente la mitad que en la marcha
anterior, dijo a la AFP la policía militar, aunque los organizadores aseguraron
que eran unos 50.000.
En Rio de Janeiro, la multitud frente a la soleada
playa de Copacabana parecía ser menor que los 15.000 manifestantes del mes
pasado. La policía de Rio y los organizadores se negaron a arriesgar una cifra,
pero la prensa brasileña dio cuenta de unas 10.000 personas.
- Reunidos por la indignación -
"Vinimos por todo lo que está sucediendo en
Brasil y este gobierno no está haciendo nada. El pueblo tiene que mostrar
persistencia y manifestar su indignación, su insatisfacción", dijo a la
AFP una de las manifestantes en Brasilia, Dianira Loubet, instructora de yoga
de 75 años.
Como en la anterior protesta, muchos manifestantes
de todo el país visten la camiseta amarilla y verde de la selección brasileña y
reclaman el 'impeachment' de la presidenta que comenzó su segundo mandato hace
poco más de tres meses.
Un sondeo de Datafolha mostró el sábado que el 63%
de los más de 2.800 consultados estaba a favor de abrir un juicio político
contra la presidenta por el caso Petrobras, aunque también una mayoría (64%)
cree que, aún en ese caso, Rousseff tampoco sería apartada de su cargo.
Los expertos jurídicos aseguran que no hay elementos
que permitan la destitución de Rousseff y ningún partido político de peso está
impulsando esa vía.
"Basta de robos", "Fuera Dilma",
"Fuera PT", "La culpa es de las estrellas", rezan algunas
de las pancartas que recorren Brasil. Hay grupos de extrema derecha que
reclaman una intervención militar, tal como ocurrió en las protestas del 15 de
marzo.
- Frenando hemorragias -
"Es muy difícil sacar una multitud a las calles
todos los meses. No es algo menor y la falta de liderazgo (...) lo dificulta
aún más", dijo a la AFP André Cesar, analista político de Brasilia.
"Entre la marcha del 15 de marzo ?que fue
interesante y potente- y esta de hoy, el Gobierno consiguió frenar algunas
hemorragias (...). Debe estar respirando", observó.
Trece senadores, 22 diputados, dos gobernadores, el
tesorero del PT y exfuncionarios son investigados por la corrupción en
Petrobras, que movió unos 4.000 millones de dólares en la última década.
Rousseff, con la popularidad casi por el piso,
enfrenta asimismo dificultades tanto en los frentes político como económico,
con una economía casi estancada y una inflación que alcanzó el 8,13%.
Para calmar la tormenta política, debió conceder a
su vicepresidente Michel Temer, del PMDB -y principal aliado del PT en la
coalición- el rol de articulador político entre el gobierno y el Congreso, lo
que le ha valido fuertes críticas.