Viernes 24 de abril de 2015 – 03:10 PM
Por Isidoros Karderinis
Hace exactamente cinco años desde que Grecia se
incorporó al Mecanismo Europeo de Estabilidad, en cooperación con el Fondo
Monetario Internacional (FMI). En aquel momento, los datos financieros claves
fueron los siguientes: el PIB ascendió a 222.151 billones de dólares a finales
de 2010. La deuda pública era de 148,3%. El desempleo se situó en el 12,5%. El
porcentaje de griegos que vivían por debajo del umbral de la pobreza (que ganan
menos del 60% de la renta disponible media nacional) fue del 27,6%.
La política de austeridad extrema aplicada en el
país, a instancias de los acreedores internacionales, ha agravado aún más la
realidad económica y social. Como resultado, el PIB se redujo a 186.540 billones
en 2014. La deuda pública se ha disparado al 176%. El desempleo aumentó
drásticamente al 26%, lo que afectó principalmente a los jóvenes -muchos de los
cuales altamente cualificados- y como resultado, tienen que emigrar. Esta grave
pérdida de talento podría ayudar al país en esta coyuntura crítica. El
porcentaje de griegos que viven por debajo del umbral de la pobreza es de
34,6%; es decir 3.795.100 personas.
De todo esto se desprende que el programa de
consolidación fiscal, en un país que ya estaba en recesión antes de 2010, ha
fracasado por completo y no sería racional, económica o socialmente, continuar
aplicándolo. Estas medidas, particularmente restrictivas, de política y
austeridad fiscal forman una espiral de deuda-recesión-austeridad
excepcionalmente letal, que descarta cualquier perspectiva de desarrollo.
La carga de la deuda es enorme e insoportable
Por tanto, la persistencia en la estricta
continuidad del programa de austeridad extrema por parte de los acreedores
tendrá consecuencias verdaderamente trágicas para el país. Esto llevará a un
desastre económico total, que no se superará en décadas y, sin duda, conllevará
una crisis humanitaria muy grave, comparable a la de Europa de posguerra.
Los
ciudadanos sin hogar y empobrecidos que ya se puede ver en las calles de Atenas
se multiplican rápidamente. Los suicidios debidos la desesperación causada por
la incapacidad de sobrevivir continuarán su tendencia de crecimiento frenético.
Los desmayos de los niños en las escuelas debido a la falta de alimentación
adecuada pasarán a formar parte de la vida cotidiana.
Con la intensificación de este período crítico,
surge la pregunta: ¿Qué es lo que se debe hacer para que Grecia abandone ese
oscuro túnel de la crisis económica y pueda entrar en la vía del desarrollo y
el progreso?
En primer lugar, la carga de la deuda que la
economía griega soporta es enorme e insoportable, y parece que no hay
posibilidad de devolverla en su totalidad. Por tanto, tenemos que cancelar la
mayor parte del valor nominal de la deuda para que la carga de la deuda del
país se sitúe por debajo del 100%, y sea sostenible, con un procedimiento que
no dañe a los demás pueblos de Europa. El pago de la deuda restante tendría que
vincularse a una "cláusula de desarrollo" y no a cualquier excedente
presupuestario.
En segundo lugar, es necesario acometer un
relanzamiento de la producción, con las siguientes premisas:
• El equilibrio sostenible en la balanza por cuenta
corriente, a través de la promoción de los productos elaborados en el país,
fortaleciendo así los márgenes de la exportación en muchos sectores de la
economía griega
• La industrialización, mediante la implementación
de una política industrial sostenible, integrada y con el desarrollo de la
investigación y la producción de una amplia gama de productos de alto valor
añadido. El sector de la transformación es particularmente crítico, ya que es
imposible esperar que un país incremente por sí solo la cadena de valor en la
distribución global del trabajo sin crear la base de fabricación necesaria, que
incluye principalmente la fabricación de productos industriales acabados.
• Un énfasis especial en el turismo -en el que
Grecia tiene una fuerte ventaja comparativa- y la navegación -Grecia dispone de
la flota mercante más grande del mundo- y desde luego la agricultura, para la
producción de bienes sociales básicos.
• La eficiente explotación de las materias primas
-como la bauxita- y los yacimientos petrolíferos potencialmente importantes,
ubicados en el mar Egeo y el Mar Jónico.
Construir un Estado moderno y eficiente
En tercer lugar, tenemos que construir un Estado
moderno, eficiente y racional que opere con honestidad, sin poner obstáculos
burocráticos al desarrollo empresarial y que luche eficazmente contra la hidra
de la corrupción y la evasión fiscal y, finalmente, aplicar una fiscalidad
justa. La crisis económica no sólo afecta a las finanzas del Estado, sino que
también tienen efectos adversos sobre el sector privado. Cuando prima la idea
de que sólo con el soborno de quienes ocupan cargos importantes en la administración
pública se puede lograr el efecto deseado, los inversores se desaniman, la
competencia leal se distorsiona y las empresas que se niegan a participar de la
corrupción están condenados al estancamiento.
Las consecuencias sociales y políticas de la
corrupción también son extremadamente graves. La corrupción provoca el
resentimiento de los ciudadanos, la frustración y el colapso de los valores. Se
consolida la creencia de que nada funciona correctamente y que los ciudadanos
respetuosos de la ley no se sienten respetados. A ojos de los ciudadanos, las
instituciones son socavadas, sacudidas y en última instancia, calumniadas por
la misma democracia. Necesitamos el establecimiento inmediato de un sistema
tributario justo que no aliente ni "justifique" la evasión fiscal,
sino que contribuya decisivamente al desarrollo de las conciencias de los
contribuyentes, y así resultará un aumento significativo en los ingresos del
Estado.
Grecia no resiste más la austeridad
Estas medidas deben aplicarse inmediatamente a fin
de sacar a Grecia de este estado de coma y recesión en que se encuentra y
reconducirla por la senda del desarrollo -lejos de las políticas de austeridad
salvaje y sin salida, que forman la punta de lanza del capitalismo financiera,
en su intento de cobrar en su totalidad la deuda- y mantener su soberanía, en
una época de intensa y generalizada crisis capitalista.
Por su parte, los ciudadanos europeos deben
manifestar su solidaridad con el drama del pueblo griego que, durante todos
estos años, se han convertido en un conejillo de indias, ya que la gran mayoría
del dinero prestado al gobierno griego no va a parar a los contribuyentes
griegos, sino a pagar los préstamos o recapitalizar los bancos griegos.
En conclusión, Grecia no resiste más la austeridad.
Ya ha llegado al límite, tras el colapso de su modo de vida y con él la
dignidad del pueblo griego y esto tendrá que ser entendido por los acreedores.
De lo contrario, nuevos tiempos de conflicto y ruptura no estarán muy lejanos.
Sobre el autor
Isidoros Karderinis nació en Atenas, Grecia, en
1967. Es novelista, poeta y economista con
estudios de postgrado en economía turística. Sus artículos han sido publicados en
revistas de Economía griega y española. Sus poemas han sido traducidos en francés.
Ha publicado siete libros de poesía y dos novelas. Cinco de estos han sido
publicados en Estados Unidos y en Gran Bretaña.