Martes 07 de abril de 2015 – 08:10 PM
Por Mario Hernán Ramírez
Este año 2015, ha entrado algo así como furioso,
pesado; inexorablemente cruel y despiadado, llevándose a una buena cantidad de
distinguidas personalidades del mundo intelectual hondureño, en sus diferentes
niveles del saber humano, abogados, médicos, sociólogos, pedagogos,
historiadores, poetas, escritores, periodistas, empresarios y mucho más.
En efecto, iniciando el año, rompió con la pérdida
de Guillermo Casco Callejas, enseguida se nos fue Jorge Hadad Quiñones, para
continuar con Matías Fúnez Valladares. Luego la cadena siguió con Elías
Lizardo, Carlos Gilberto Sandoval, Carlos H. Reyes, Angelina Ulloa Duarte,
Marta Raudales de Midence, Olga Padilla y de inmediato, apareció la necrológica
de Rigoberto Paredes. Pero el asunto no termina allí, ya que ha continuado con
la pérdida irreparable de Marina Galindo de Mejía, Darío González, Mario
Ramírez y Carlos Arita Chinchilla; sin embargo, en un solo día, martes 7 de abril, nos vuelve a sorprender con la
ida sin retorno de Lisandro Quesada Bardales y Fidelina Barrios Solano de
Molina, todos elementos sobresalientes en las diferentes áreas culturales del
quehacer humano.
A los arriba
mencionados tuvimos el honor de conocerlos y de tasar su legítimo valor social,
cultural e intelectual; y a todos los dolientes de tan queridos recordadas
amigas y amigos, les presentamos nuestras muestras de sentida condolencia y
auténtica solidaridad humana.
Pero, queremos referirnos específicamente al abogado,
escritor y periodista Lisandro Quesada Bardales (Q.D.D.G.), con quien tuvimos
una excelente vinculación política, laboral y sobre todo, una amistad sincera.
A Lisandro, lo conocimos, allá por 1960, cuando era
maestro y con esa profesión recorrió varios municipios de la república, donde
impartió el pan del saber a muchos infantes y adolescentes, que ahora son
personas mayores.
Posteriormente, incursionamos en los campos de la
política vernácula, y allí fue donde descubrimos el talento genial, de este
hondureño irrepetible, cuya pluma demoledora era también incisiva e
indiscriminada.
Andando el tiempo, y después de los gobiernos
militares de facto, nuestro amigo Lisandro comenzó a ocupar posiciones
relevantes en los gobiernos constitucionales que siguieron en la reciente
historia de nuestro país. Fue Secretario Privado del ingeniero José Simón Azcona
Hoyo y titular de la cartera de Cultura y Turismo, en esa misma administración;
después lo vimos como Presidente del Tribunal Supremo Electoral y más acá en la
época como Diputado al Parlamento Centroamericano, por lo que su carrera
profesional fue de relevantes méritos dada su capacidad intelectual, por eso es
que para evocar su nombre lo hacemos con admiración, respeto y gratitud, porque
fue un verdadero amigo, entrañable, diría yo.
Lisandro Quesada Bardales, deja a una viuda
acongojada, la de igual título María Teresa, hoy viuda de Quesada; deja varios
hijos, todos con similares méritos y virtudes que su progenitor, sin embargo,
entre ellos se destaca el novelista internacional Roberto Quesada, residente en
la ciudad de Nueva York, Estados Unidos de América, desde hace varios años,
desde donde se mantiene al día de los sucesos más notorios de nuestra querida
Honduras, y los comenta de la mejor manera, de acuerdo con su ilustrado
criterio, pues heredó de su padre biológico el talento y la valentía que
siempre les ha caracterizado, aunque él se haya educado desde sus primeros años
con el poeta y escritor José Adán Castelar, también de recia personalidad
intelectual en nuestro ambiente.
A Lisandro Quesada, cuando fue Secretario de Estado
en los Despachos de Cultura y Turismo, lo recordamos por dos hechos
sobresalientes: el primero, haber galardonado siendo un niño aun, al ahora
sobresaliente artista Johnny McDonald a quien honró con la hoja de laurel en
oro, que otorga esa secretaría a los mejores hijos de Honduras. También
asistimos con él a los solemnes actos de inauguración del balneario Playas del
Perú, en el puerto de La Ceiba, Atlántida, que posteriormente fue objeto de litigio,
dada la belleza y esplendor que el gobierno del Ing. Azcona le imprimió a ese
paradisíaco lugar, a través de Cultura y Turismo, siendo por supuesto, Lisandro
el ministro de esa cartera.
Olanchito, la Ciudad Cívica, cuna también de Ramón
Amaya Amador, de Céleo Murillo Soto, de Francisco J. Mejía y de Dionisio Romero
Narváez, está de duelo y la nación entera se encuentra de igual forma.
Hoy, nos ha abandonado y se ha ido al más allá, en
ese viaje sin retorno, que más temprano que tarde todos tenemos que emprender,
cualesquiera sea nuestra condición social, económica, cultural, política o de
cualquier otra índole, por lo que hoy somos, y mañana desaparecemos, sin
embargo, hombres como este hoy ocupan nuestra atención, mueren, para
inmortalizarse. Lisandro Quesada Bardales figura en esa galería de los
inmortales en Honduras.
Descansa en paz, querido hermano, que la tierra te
sea leve y que las siemprevivas del recuerdo mantengan fresca tu imagen de
hombre bueno, noble y estudioso que fuiste a tu paso por la vida.