La Academia
de Venecia reúne 52 dibujos, que no se han visto en décadas por motivos de
conservación y ahora salen a la luz en una exposición excepecional
MILENA FERNÁNDEZ Venecia 18 OCT 2013 - 12:51 CET
Hay
exposiciones excepcionales. Bajo el título, Leonardo, el hombre universal,
la Academia de Venecia reúne 52 dibujos de Leonardo da
Vinci, que desde hace 30 años no ven la luz por motivos de
conservación y ahora es posible adminarlos, hasta el 1 de diciembre. Comprende
una buena parte de la producción artística y de las investigaciones científicas
del genio italiano: estudios de proporciones, naturaleza, armas, arquitectura,
física y mecánica. “He querido presentar un diario personal, una lección de
historia artística y científica del maestro”, explica a EL PAIS, la
comisaria Annalisa Perissa Torrianini, especialista en la obra de Da Vinci y
responsable de la conservación de los 25 dibujos “leonardianos”, adquiridos por
la Academia veneciana, en 1822. “La luz es fatal para los dibujos: amenaza con
borrarlos. Podemos exhibirlos solo durante tres meses. En diciembre volverán de
nuevo a la oscuridad de los caveux europeos”, continúa. Se suman a la
colección veneciana otros préstamos valiosos de la Biblioteca Real de Turín, la
Galería de los Uffizzi de Florencia, la Galería Nacional de Parma, la Colección
Real del Castillo de Windsor y el British Museum de Londres.
Todo comenzó
en 1469, cuando el padre de Leonardo, Piero da Vinci, visitó el taller del
famoso artista florentino, Andrea Del Verrochio. Piero da Vinci llevaba bajo el
brazo un puñado de diseños, firmados por el chico, que apenas tenía 16 años.
Sin pensarlo un segundo, el padre de Leonardo le suplicó al maestro para que
convirtiera al muchacho en su aprendiz, no sin antes preguntarle: “¿Cree mi
hijo puede sacar algún provecho de sus dibujos?”. Provecho es poco. En toda la
obra del gran genio del Renacimiento, el dibujo interviene siempre. Sobre el
papel, Leonardo anota ideas, hace bocetos, corrige una y otra vez. Sobre el
papel, Leonardo, razona, pasa de una idea a otra con la fuerza de su mente
creativa. Sobre el papel, convierte el dibujo en un arte.
A las tres
de la madrugada del sábado 14 de abril de 1452, nacía Leonardo da Vinci, fruto
de la relación ilegítima que mantuvo el notario Piero da Vinci con una mujer
pobre, llamada Caterina. Ya desde niño, el padre advierte la capacidad
inconsciente de su hijo para asociar formas con gran velocidad y llevarlas al
papel. Y es por eso, que en 1469, el progenitor alquila una casa, en la cuna
del Renacimiento, la ciudad de Florencia. Ese es el año en que, por primera vez
Leornado, siendo un adolescente, pisa el taller de Andrea Del Verrochio, el más
importante y serio de la época. En la escuela de arte, Leonardo absorbe como
esponja conocimientos y técnicas de su maestro que, desarrollará durante su
larga trayectoria: el uso de la luz, los matices del fondo, las formas
tridimensionales, y en particular, la sensibilidad por la escultura. Uno de los
dibujos más antiguos de Leonardo, Studio di panneggio per figura
inginochiata, realizado a los 27 años se expone en Venecia. Es considerado un
estudio de preparación para el ángel que aprece de espaldas en Bautismo de
Cristo, pintado por Del Verrochio, propiedad de los Uffizzi. “La técnica
es excelente, va más allá de la superficies, parece una escultura”, destaca
Perissa. Se exhiben además otros dibujos peparatorios de La última cena,
La batalla de Anghiari y San Juan bautista.
Artista
viajero, visitó Milán, Roma y Francia. Desembarcó en la ciudad de los canales a
los 48 años. El viaje dura solo dos meses, pero fue suficiente para despertar
inquietudes entre los colegas de la época. Giorgione quedó impresionado al ver
el dibujo diminuto (116 por 91 milímetros) de Cabeza de Cristo coronada de
espinas, aquí expuesto, y preparado con una punta de oro. Han pasado más
de 500 años y los reflejos dorados todavía se perciben en la melena de Cristo.
El dibujo es dueño de una mirada penetrante, un rostro dramático y un gesto de
sufrimiento. Perissa ha querido resaltar la fuerza de una imagen tan pequeña,
colgada junto a la pintura de Giorgione, Cristo con la cruz. (68 por
88 centímetros.). “El cuadro de Giorgione no logra transmitir la potencia de la
mirada penetrante que posee el Cristo de Leonardo; de ningún modo logra superar
la composición novedosa del maestro”.
Leonardo
consideraba que todos los elementos de la naturaleza deben ser representados en
la pintura. “La pintura es la más perfecta de todas las ciencias. Si un pintor
quiere ser bueno, debe confrontar su arte con todas las cosas que produce la
naturaleza. Me parece muy triste el pintor que solo es capaz de hacer bien una
figura y no es capaz de ver árboles, animales, flores, hierbas”, escribió el
artista, en su libro La pintura.
La botánica es otro tema de la muestra,
que, destaca el lado más romántico de un Leonardo joven, cuya inocencia se
refleja en los dibujos de ramos de moras y violetas, algunas de las cuales
aparecen en pinturas firmadas por Del Verrocchio. El viaje a la mente de Da
Vinci prosigue con dibujos de temas militares, efectuados entre 1483 y 1490,
para pasar luego al periodio francés, bajo las órdenes del rey de Francia,
Francisco I. La comisaria Perissa no oculta la emoción que provacan en ella,
ver juntos, por primera vez dos dibujos que son obras maestras: Fanciulla
che indica y Ninfe danzanti. El primero ha seducido durante siglos a
estudiosos del mundo entero, encantados por el misterio y la magia que
envuelven a esta mujer, que, con la mano izquierda señala hacia el infinito.
Hay que reconocerlo, el rostro posee la sonrisa inconfundible de la Gioconda.
“Ambos dibujos pertenecen a una representación teatral. Leonardo diseñaba y
construía escenografías para el teatro y matriomonios. Era también lo que hoy
definimos un escenógrafo”, matiza Perissa.
La muestra
concluye con el dibujo más célebre de Leonardo, el Hombre de Vitruvio, realizado
a partir de los estudios del arquitecto de la antigua Roma, Vitruvio. El hombre
de melena larga, (que algunos críticos sostienen es un autorretrato) posa con
los brazos y las piernas extendidas, y es sin duda el símbolo de las
proporciones humanas ideales, que, se sobreponen a las figuras geométricas
perfectas: el círculo (el cielo) y el cuadrado (la tierra). Junto al melenudo hombre
vitruviano, por primera vez, cuelgan otros 11 estudios de proporciones de
caballos y de perfiles humanos, indispesables para comprender la obsesión de
Leonardo por las proporciones. “El pintor debe pintar respetando las reglas de
un cuerpo natural, que debe presentar proporciones exactas”, escribió Leonardo,
una de las mentes más brillantes de Europa durante el primer Renacimiento. Y de
su genialidad quieren ser testigo los centenares de turistas que, pese a las
mareas altas del otoño, hacen cola a diario para observar una exposición tan
particular.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario