Buenos Aires (AFP)
La presidenta argentina Cristina Kirchner convaleciente de
una cirugía menor, se somete a un duro examen en las legislativas del 27 de
octubre al arriesgar el control del Congreso en mitad de su segundo y último
mandato.
Kirchner (60 años), una peronista de centroizquierda, cumple
estricto reposo tras una operación por un golpe en la cabeza y sufre el
desgaste de 10 años de gobierno kirchnerista a los que bautizó la "década
ganada" por las reformas en favor de un Estado de bienestar.
En cambio la oposición, atomizada entre socialdemócratas,
liberales derechistas y peronistas disidentes, tiene como caballitos de batalla
una inflación anual que supera el 25%, la criminalidad que se cobra víctimas
mortales cada día y las denuncias de corrupción.
Unos 30 millones de argentinos figuran en los padrones para
renovar la mitad de la cámara de diputados y un tercio del Senado.
"La gente nos tiene confianza porque antes no había un
mango (un peso) en el país, los trabajadores estaban sin empleo, los
estudiantes sin porvenir y los científicos se habían ido", dijo la
mandataria en una de sus últimas apariciones públicas antes de la operación del
8 de octubre.
El Frente para la Victoria (peronistas y aliados) que fundó
con su difunto marido y expresidente Néstor Kirchner (2003-2007) fue el
emergente de la peor crisis económica y política de la historia en 2001 cuando
el país declaró un 'default' de la deuda por más de 80.000 millones de dólares.
Durante la llamada 'década ganada', el kirchnerismo creó
cinco millones de empleos y un subsidio por hijo que beneficia a cuatro
millones de personas en la pobreza, además de impulsar el consumo sin freno con
alzas salariales y volver a estatalizar decenas de empresas, entre ellas la
petrolera.
El gobierno impulsó la reapertura de los juicios por los
crímenes de la dictadura (1976-1983) con el resultado de centenares de condenas
a militares y policías, además de renovar la Corte Suprema con figuras de
prestigio y ganar partidarios por habilitar la transmisión gratuita en
televisión de los partidos de fútbol.
Pero la inflación supera el 25% anual pese a las
desprestigiadas estadísticas oficiales que marcan un 10% y la inseguridad por
la violencia criminal se cobra vidas cada día, mientras que las acusaciones
judiciales por negociados golpean a allegados al gobierno e incluso al
vicepresidente, Amado Boudou.
Otro frente de malestar social apareció cuando la fuga de
capitales persuadió al gobierno de instrumentar una veda en la venta de dólares
para ahorro que enfureció a la clase media habituada por décadas a buscar
refugio en el billete verde contra la inflación.
Las calles se llenaron varias veces de millares de personas,
en su mayoría de clase media, en ruidosas protestas organizadas por las redes
sociales, con duros insultos a la presidenta, mientras que el poderoso
sindicalismo peronista se dividió entre adeptos y opositores a Cristina.
Duro golpe en las primarias
El cambio de escenario y expectativas políticas hizo que
distintas fuerzas opositoras fueran las más votadas en los grandes distritos en
las primarias obligatorias del 11 de agosto pasado.
El oficialismo perdió seis de los 12 millones de votos que
había cosechado en 2011 cuando Kirchner obtuvo la reelección con el 54% de los
sufragios.
Si el resultado de las primarias se repite o varía sin
fuertes cambios, el kirchnerismo lograría mantener el control legislativo, pero
el principal líder de la oposición y potencial presidenciable pasaría a ser el
candidato a diputado Sergio Massa (41 años).
Massa es un alcalde de Tigre (al norte de la capital) y
exjefe de gabinete de Kirchner, que obtendría, según las encuestas, un rotundo
triunfo en la provincia de Buenos Aires, el mayor distrito con casi el 40% de
los electores nacionales.
"El transporte, la inflación, la lucha contra la
inseguridad y el sistema educativo deben ser políticas de Estado", dijo el
candidato, que se perfila como el mayor rival en las presidenciales de 2015
para el oficialista Daniel Scioli.
Scioli (56 años), gobernador de la provincia de Buenos
Aires, es un kirchnerista moderado y peronista ortodoxo con muy buena imagen en
el electorado con su talante conciliador, a diferencia del estilo confrontativo
que caracteriza a Kirchner.
El nivel de aprobación del gobierno aumentó de 34%, medido a
principios de octubre, a 44% después de la intervención quirúrgica a Kirchner,
según la consultora privada Managment & Fit.
Sin embargo, la mayoría de los analistas considera que su
cuadro de salud no será determinante para revertir la derrota que le anticipan
en los distritos de Buenos Aires, Capital Federal, Santa Fé, Córdoba y Mendoza,
los de mayor concentración urbana.
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