Por: Walther Rodezno
Pensaba mi existencia
como un instrumento de protección, y no como un sujeto que, viviendo en
sociedad, debía a la vez ser protegido. Ahora reconozco que no puedo encarar la
realidad con aquella noción aislada y unilateral. Mi problema es que deseaba desvestir
la trama humana sin integrarme a ella como ser activo, algo que hoy entiendo
como una falta de comprensión. Sin duda, la causa de este viejo pensamiento
tiene que ver con mis esquemas de libertad, antes puramente imaginativos e
intelectualistas.
Mi conflicto con lo
institucional, por ejemplo, tenía como raíz el desconocimiento de un orden
colectivo al cual es necesario recurrir si deseamos la supervivencia individual
y social, un orden que, además, no es ajeno a cada uno de nosotros, pues es creación
humana y objeto de constantes transformaciones.
El yo cotidiano me convencía
entonces de que esta verdad no era tal, pues creía que frente a ella sólo cabía
adaptarse y conformarse. Las nuevas y pasadas ideas directrices que aparecen, o aparecieron como algo dado, me atemorizaban
y este temor me hacía irrespetuoso de su dominio.
Ahora no puedo dar por
supuesto todo. Estoy en la obligación de tener varias miradas sobre un mismo
hecho. Pensar en la problemática de las fronteras, en la situación de las
continuidades que rebasan mi presente y mi contexto, en el aprendizaje
necesario y en la coyuntura del asombro. También reflexionar en otros campos de
lo cotidiano más allá de la institución, pues con ellos cuento para entender mi
propia historia y mi propio origen.
Soy una persona y un
habitante de este cosmos que debe cumplir su andar a través de la acción y la reflexión,
considerando mi realidad como algo propio y contextual, pues aquí vale pensar
en Honduras, en su historia y cultura. En verdad, esto es complejo. Debemos
reconocer que este camino humano exige salirse del común denominador, de
aquella existencia acrítica, utilitaria y adaptativa.